COMPETENCIAS PARENTALES
La familia, Concepto y definición.
El
concepto de familia ha ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad.
Su dinámica, estructura y composición han ido adaptándose
a los trepidantes cambios sociales, económicos y geográficos, pero sus funciones
siguen siendo muy relevantes en nuestra sociedad. Ya históricamente, se hablaba
de la familia como promotora del desarrollo del individuo, y si bien es cierto
que debemos dejar atrás el concepto tradicional del término, sigue
considerándose la unidad básica de nuestra sociedad.
En
este sentido, la Convención de los Derechos de los niños (1989), reconoce en su
preámbulo y en el artículo 18, la familia como grupo prioritario de la sociedad
y el medio natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros,
especialmente de los niños. Desde la intervención social, la familia tiene un
papel clave en el desarrollo de los niños, ya que es el espacio desde donde
comienzan a descubrir el mundo, a relacionarse, a interactuar con el entorno y
desarrollarse como seres sociales.
Dada
la vital importancia de las funciones que ejerce la familia, y las dificultades
añadidas generadas por los cambios sociales, es imprescindible que
los padres o miembros de la familia que ejercen este rol, dispongan de competencias
y recursos para poder afrontarla de buena forma.
Competencias
Parentales.
Cuando
nos referimos a las competencias parentales, hablamos de la capacidad para
cuidar de los hijos y dar respuestas adecuadas a sus necesidades. Masten
y Curtis (2000) definen la competencia como un concepto integrador que se
refiere a la capacidad de las personas para generar y coordinar respuestas
(afecto, cognición, comunicación, comportamiento) flexibles y adaptativas
a corto y a largo plazo ante las demandas asociadas a la realización de sus
tareas vitales y generar estrategias para aprovechar las oportunidades que se
les brindan.
Barudy
(2005), afirma que en un entorno sociocultural adecuado los humanos disponemos
de potencialidades biológicas para hacernos cargo de los hijos y que el hecho
de cuidar de forma correcta les permitirá desarrollarse de forma sana y
adecuada.
En
los últimos años las investigaciones científicas han demostrado la importancia
de que los niños sean criados y educados en un ambiente de aceptación, respeto,
afectividad y estimulación para un correcto desarrollo físico y mental. Sin
embargo, la labor de los padres no termina aquí, ya que además de satisfacer
las necesidades de sus hijos, deberán atender paralelamente a sus propias
necesidades. Por este motivo, deberán ir adaptando sus respuestas a las
diferentes necesidades que tengan tanto ellos, como sus hijos en cada etapa del
ciclo vital.
Funciones de
progenitores competentes.
Las
funciones familiares de crianza, protección y educación de los hijos son
básicas y propias de la naturaleza humana. Las funciones
familiares, se pueden clasificar según Palacios y Rodrigo, (2004) citados
en Navarro (2007), en las funciones centradas en el desarrollo de los padres, o
las centradas en el desarrollo de los hijos.
Las funciones
centradas en el desarrollo
de los padres son las siguientes:
•
La familia como espacio para crecer
como personas adultas con un buen nivel de bienestar
psicológico.
•
La familia como espacio de preparación
para aprender a afrontar retos y a asumir
responsabilidades y compromisos.
•
La familia como espacio de encuentro
intergeneracional.
•
La familia como red de apoyo social
para las transiciones vitales, cómo encontrar la primera
pareja, la búsqueda de trabajo, nuevas relaciones sociales.
Las funciones
centradas en el desarrollo
de los hijos son:
•
Función
parental de protección: Velar por el buen desarrollo y
crecimiento de los hijos, así como por su socialización. La familia es el
primer agente que debe cumplir con la función socializadora, pero en el caso de
la adopción a menudo no ha seguido un proceso de socialización correcto y este
hecho genera en el niño sentimientos de inseguridad hacia las personas que
deben satisfacer sus necesidades.
•
Función
parental afectiva: Los padres deben proporcionar un
entorno que garantice el desarrollo psicológico y afectivo del niño.
•
Función
parental de
estimulación: Aportar a los hijos estimulación que
garantice que se pueden desarrollar correctamente en su entorno físico y
social, que potencien sus capacidades tanto físicas como intelectuales, sociales,
para conseguir la máxima potencialidad.
•
Función
parental educativa: Tomar decisiones que garanticen el
desarrollo
educativo del niño y que tienen que ver no sólo con el ámbito educativo, sino
con el modelo familiar que se establezca. Los padres deben poder orientar y
dirigir el comportamiento de los niños y sus actitudes y valores de una forma
coherente con el estilo familiar y que sea aceptable para el entorno.
Si nos centramos en el
concepto de la parentalidad social, Barudy y Dantagnan (2010),
agrupan en cinco bloques, tales como las necesidades que
deben cubrir las personas ya sean padres o madres biológicos, adoptivos,
cuidadores, educadores o tutores legales, para ejercer una parentalidad
competente:
Cubrir las
necesidades nutrivas, de afecto, de cuidados y de estimulación.
Para
ser competentes, los padres no sólo deben garantizar la correcta alimentación
de los niños para asegurar su crecimiento y prevenir la desnutrición, sino
que también les deben aportar experiencias sensoriales, emocionales y afectivas
que les permitan construir un vínculo seguro y percibir, al mismo tiempo,
el mundo familiar y social como un espacio seguro. Esta experiencia dará
la base de seguridad al niño para poder afrontar los desafíos del crecimiento y
adaptarse a los diferentes cambios de su entorno.
Asegurar y cubrir las necesidades
educativas
Para asegurar la
finalidad educativa de la parentalidad, los modelos
educativos deben contemplar como mínimo 4 contenidos básicos:
•
El afecto:
cuando está presente refleja un modelo educativo nutritivo y bien
tratante.
•
La comunicación:
los padres tienen que comunicarse con sus hijos en un ambiente de escucha mutua,
respeto y empatía, pero manteniendo una jerarquía de competencias.
•
El apoyo
en los procesos de desarrollo y las exigencias de la madurez:
los padres competentes estimulan y apoyan a sus hijos, y además les plantean
retos para estimular sus logros, proporcionándoles reconocimiento
y gratificación.
•
El control:
Los niños necesitan a los adultos para
poder desarrollar una inteligencia emocional y relacional, es decir, para poder
controlar sus emociones, impulsos y deseos. La adquisición de autocontrol es
posible si
antes se ha experimentado un control externo regulador como el que hacen
unos padres competentes, los cuales están atentos a las necesidades de sus
hijos y les facilitan en cada oportunidad límites y normas a la vez
que crean espacios de conversación y reflexión sobre sus vivencias emocionales,
las formas de controlar sus emociones, así como las formas adaptativas y
adecuadas de comportarse. Estos padres ante el incumplimiento
de las normas promueven procesos de reflexión para ayudar a sus hijos
a integrar la responsabilidad de sus actos y aprender de los propios errores,
ayudándoles a repararlos (Barudy y Dantagnan, 2007).
Cubrir las
necesidades socializadoras
Este
objetivo tiene que ver con la contribución de los padres en la construcción de
la propia identidad de sus hijos, facilitando experiencias relacionales que sirven
como modelos de aprendizaje para vivir de una forma respetuosa, adaptada y
armónica en la sociedad. El concepto que los niños tienen de sí mismos es una
imagen que van construyendo como resultado de un proceso relacional y depende
en gran parte de la representación que los padres tienen los niños y,
particularmente, de sus hijos. De esta manera, la formación de la identidad de
los niños depende de las evaluaciones que de ellos tienen sus otros seres significativos,
fundamentalmente sus padres. Así pues, lo que los padres sienten, piensan,
hacen y manifiestan por sus hijos tendrá un impacto muy alto en la forma
como éste se conciba a sí mismo. Por este motivo, es competencia de los padres
contribuir a la formación positiva del autoconcepto y de una autoestima
positiva de los niños. Las representaciones de los niños negativas conllevan en
la mayoría de casos malas adaptaciones personales y sociales, además del riesgo
de transmitirlo generacionalmente. Por este motivo es fundamental proporcionar
estrategias para fomentar capacidades parentales.
Asegurar las necesidades de
protección
Por un lado los
padres deben proteger a sus hijos de los contextos externos, familiares
y sociales que pueden herirlos directamente o alterar su proceso de
maduración, crecimiento y desarrollo. También es necesario que los protejan
de los riesgos derivados de su propio crecimiento y desarrollo.
Promocionar la
Resiliencia
La
resiliencia primaria corresponde a un conjunto de capacidades para hacer
frente a los desafíos de la existencia, incluyendo experiencias traumáticas,
manteniendo un proceso de desarrollo sano. Hay que diferenciar esta resiliencia
primaria de la que emerge de niños y jóvenes que no han tenido una parentalidad
adecuada pero logran salir adelante gracias a la afectividad y el apoyo social
de otros adultos de su entorno.
Podemos decir,
pues, que las funciones parentales competentes permiten la estructuración
de contextos sanos donde los niños son sujetos activos, creativos y
experimentadores. Estos padres ofrecen a sus hijos un contexto de aprendizaje,
experimentación y evaluación de la realidad desde las capacidades
que el niño va formando (Barudy y Dantagnan, 2010).
Clasificación de las
competencias parentales
Las
capacidades parentales y las habilidades parentales se
refieren a los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que los progenitores
disponen y que les permiten vincularse correctamente con sus hijos,
proporcionándoles respuestas adecuadas a sus necesidades. Así pues, las
capacidades parentales fundamentales son:
•
La capacidad de vincularse con los
hijos (apego): corresponde a la capacidad de los progenitores
para crear vínculos con los hijos, respondiendo a sus necesidades. Esta
capacidad depende de sus potenciales biológicos, de sus propias
experiencias de vinculación y de factores ambientales que faciliten u
obstaculicen las vinculaciones con los hijos. Las experiencias de
apego seguro proporcionan una seguridad de base y una personalidad sana y
permitirán también en la vida adulta desarrollar relaciones basadas
en la confianza y la seguridad y, por consiguiente, capacita para una parentalidad
competente.
•
La empatía:
o capacidad para percibir las necesidades del otro y sintonizar con ellas. Está
en estrecha relación con la vinculación afectiva. Los padres deben sintonizar
con el mundo interno de los hijos, reconociendo las manifestaciones emocionales
y gestuales, así como sus necesidades.
Las habilidades
parentales hacen referencia a la plasticidad de los progenitores y/o padres.
Esta plasticidad les permite dar respuestas adecuadas y, al mismo tiempo,
adaptar estas respuestas a las diferentes etapas de desarrollo, incluyen:
•
Los modelos de crianza:
son modelos culturales resultantes de los aprendizajes sociales y familiares
que se transmiten como fenómenos culturales a escala generacional. Estos
modelos se aprenden fundamentalmente en el núcleo de la familia de origen
mediante la transmisión de modelos familiares y por
mecanismos de aprendizaje: imitación, identificación y aprendizaje
social.
La habilidad para participar en
redes sociales y utilizar recursos comunitarios:
dado que la parentalidad es una práctica social, requiere crear redes de apoyo
que fortalezcan y proporcionen recursos para la vida familiar. Este aspecto
hace referencia al apoyo familiar y social y también a la capacidad de
participar y buscar apoyo en las instituciones y en los profesionales que velan
por la infancia.
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